martes, 27 de mayo de 2008

Reflejos del pasado…

(Foto: Alberto Betancourt)


Si, ya sé, no soy ella. Nunca voy a serlo para ti, no sé para qué me molesto. Sé que he sido malcriada un millón de veces, y que más de una de esas veces he discutido contigo sin razón. Sé también que tu pasado me perseguirá como una sombra de tinta indeleble, mientras yo intento pintarte con acuarelas los colores del presente. Y más aún, los del futuro.

Sé que su recuerdo te persigue, te agobia, no te deja dormir. Yo también conozco esa sensación, ese deseo que te sigue molestando como la piedrita en el zapato, el sentir que pudo haber sido y no fue. Y no será más nunca, porque ahora yo estorbo tus planes, me he convertido en tu dolor de cabeza, y además me he dejado llevar por el estrés prenupcial, ese de aquella boda que planeamos todos los días y que nunca termina de encajar en tus planes.

Llámame insegura o tonta. Dime absurda y necia. Pero juro por Dios que esta vez estuve a punto de dejarlo todo. De dejarte a ti y a ella en paz. De pedirte por amor a Cristo que buscaras tu vida a su lado, que tu pasado le pertenece como le pertenecen al río los reflejos que salían aquella tarde del cielo sobre el puente de Angostura.

Y ahora que tuve que conocerla, que oportuno… ahora su recuerdo también me atormenta. Francamente no sé que le viste, pero como es bien sabido que el amor es así, obtuso, mejor dejo de preguntarme lo mismo. Eres más de ella que mío, y eso no me da tanto dolor como saber que estoy demás en este sueño que tanto me costó construir.

Este es el primer post que escribo que de verdad está lleno de rabia, de impotencia, de unas ganas enormes de rehacer el mundo, de hacerlo todo nuevo. De concebirte a ti como un libro en blanco, sin locuras, sin tristezas, sin nombres ni apellidos, sin un quién o un por qué. De tenerte y hablarte sin hablar, y escucharte sin oírte, mientras te admiro desde mi rincón.

Ahora que lo pienso, no era necesario atravesar todo el país para darme cuenta que el lazo que los une es más fuerte que el amor que te tengo. No era necesario tomar un autobús para saber que sus caminos están unidos, que es un hecho más grande y que está por encima de mí, y de ustedes, del control de los sentimientos, de lo mundano. Es una relación que ni yo misma puedo entender, y que tampoco tengo fuerzas para poderla explicar. En conclusión, las cenizas que quedan de tanto fuego, todavía queman…

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