miércoles, 18 de marzo de 2009

El post de la espera…

Hace casi un mes empecé a esperarte y resolví que mientras lo hacía (después de haberte esperado casi un año, que más da hacerlo otro poco) escribiría un post. Estaba segura sin embargo, que ninguna letra que saliera de mí en este momento superaría a su predecesor, pero igual resolví escribirlo para ti y para mi ahora abandonado blog.

Hace días una idea ronda en mi cabeza. Odio el clima de Caracas. No soporto ese frío eterno y ese sol bobo que nunca calienta, que ni siquiera se asoma no sé si por flojera o desidia, pero decide abandonarme a la suerte de mis guantes rosados y mi única bufanda marrón, que combina con mi abrigo. Odio mirar por la ventana y no saber si va a llover o saldrá este sol bobo del que te hablo. De todas formas, te espero, aunque me haya desviado del tema.

Me gusta cuando unos grados de alcohol se atraviesan en nuestras citas. No sólo porque me ayudan a calmar esa ansiedad de primeriza que siento como si nunca hubiese salido contigo, sino también porque me hacen ver estrellas donde definitivamente las hay. Me encanta mirarte a través de una copa de vino tinto en un lugar con poca luz, igual como me gusta mirarte en un antro con cervezas en lata. No es que la bebida simplifique las cosas, más bien ha llegado a darles sentido. Todas las otras parejas idiotas tienen una canción, una frase o un día especial. Pero eso no importa mientras tú y yo tengamos nuestro Cono Sur chileno, “suave y no muy seco, por favor”.

Sueño con que pidamos ese mismo vino tinto en aquel restaurant que me recomendaron en la Bahía de Pampatar. Ya nos veo juntos frente al mar, al aire libre y cerca del señor que me dijeron que tocaba bossa mientras esperas la comida y te veo mirándome a los ojos y tomando la copa, y veo tus ojitos chiquitos y tu boca que no se queda con nada y me confiesa sin mesura lo que pasa por tu mente.

Y mientras tanto, te espero, te espero para calmar los demonios. Te espero aunque no lo sepas, aunque tengas miedo de saberlo, además. Pienso en los bombones, en el amanecer, en mi edredón blanco, en que quizá he sido demasiado dura contigo, en mis piecitos, en el pasticho, en la Isla de Coche. Mientras te espero, también pienso que viene el viernes y que pronto todo se reinventará, pero nosotros que seguimos siendo los mismos, seguiremos estando mientras aguanten el vino y tus besos. Pienso en aviones, en nuestro próximo viaje, en Mochima, en nadar con delfines, en el mocaccino de las mañanas y en la forma en que me ves cuando estoy celosa. En tu carita de dormido que tanto me hace sonreír y en la idea de que algún día rompas tu promesa y me sueltes… No lo hagas, no me sueltes… Sabes que te espero.